Me place reposar
el cuerpo entero
tirado por completo
sobre bordes y banquetas...
Todo es tan distinto:
los cuerpos alargan su estatura
y todas las cabezas
se proyectan hacia el cielo.
Un cansado
sol calienta el aire
a estas alturas.
Aquí no sopla el viento
sólo ráfagas sin orden
revuelven mis cabellos.
Los motores rebotan
en el suelo sus sonidos
y el estruendo llega
ronco, envolvente, sordo.
Este reposo de banqueta
sabe a cuentos infantiles:
he alcanzado la estatura
de los niños
y veo que eso es bueno.
El mundo es alto,
hermoso, inaccesible;
sólo el que desde lo alto mira
alcanza la visión del que domina.
En esta estatura de hormiga,
la vida aplasta pero no hiere;
gozamos, yo junto a los niños,
de este espacio horizontal,
aparte y lejos del bullicio.
Aquí transcurrimos clandestinos,
por eso estas aceras
desde siempre han sido
refugio de borrachos,
limosneros y de niños.
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